<p>Como todos los reformistas, el Papa Francisco deja un conjunto de pequeños cambios que, sin embargo, son casi una revolución en una institución del tamaño, la historia y la rigidez de la Iglesia católica. El reformismo es así, consiste en hacer girar el buque sin romper el barco. </p><p>Por eso, ningún otro Papa recibió de parte de los católicos ultratradicionalistas insultos como los recibidos por Francisco, mientras que a muchos creyentes y no creyentes progresistas sus avances les parecen muy insuficientes. Pero donde no hay reticencia posible es en su identificación de los inmigrantes como el colectivo más vulnerable y más en la diana de nuestro tiempo. </p><p>Su voz en Lampedusa, en Lesbos, en África, en Asia, en el viaje frustrado a Canarias, era un clamor moral y político imprescindible en un mundo que criminaliza el derecho a buscar un lugar donde vivir con dignidad, con libertad o simplemente un lugar donde poder conservar la vida. Esa voz proyectada desde el Vaticano redime a Francisco de casi cualquier deficiencia de su papado. </p>
